I Corintios
3:1-18
Durante el
recorrido que muchos de nosotros, por no decir que todos, hicimos, hacemos o
haremos para alcanzar una plaza laboral, recurrimos en muchos casos a
estratagemas, contactos, palancas, recomendaciones, favores y/o demás, con el
fin de lograr ese cargo que queremos o necesitamos. Yo conozco a fulanito, ese
es amigo de mi padrino, es cuñado mío, etc. Todos en algún momento sabemos
quién nos puede ayudar.
Cuando leía
esta porción de la palabra, Pablo me exhortaba no solo a ver que mi realidad no
estaba en manos de otros, que, como yo, no tenemos poder más allá del que DIOS da.
Entendí que en el fondo esta es una manifestación de lo poco que valoramos
nuestra condición de criaturas de DIOS y mucho más de los que
hemos sido llamados a ser sus hijos. Entendí que no respeto su nombre, y eso
suena duro, su deidad, su magnificencia, pues he dejado atrás su palabra, no le
he creído.
1 ¿Comenzamos
otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos,
de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? 2 Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por
todos los hombres; 3 siendo manifiesto que sois carta de
Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del
Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
Alguien en
algún momento me preguntó si creía en DIOS y respondí con
orgullo que sí, a lo cual él me recusó preguntándome si le creía a EL.
Hoy me sigo cuestionando, no porque no le dé validez a esa segunda pregunta, al
contrario, cada día medito esto, reviso cada momento, cada palabra, cada acción
hecha a fin de poder responder no solo con el deseo de decir que SI,
sino con la certeza de que así es, y me doy cuenta que dura y escasamente le
creo a EL.
Y entonces
leo:
4 Y tal
confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que
seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.
Y entiendo
que esta competencia que nos muestra Pablo, no es más que aquella que da
la FE, Fe que cuestiono, no por su certeza como cualidad que es,
sino por los visos oscuros o vacíos que hay en nuestros corazones cuando
anteponemos nuestra voluntad, deseos, caprichos, suerte y otras cosas, ante
nuestros actos cotidianos que buscan satisfacer alguna necesidad particular. FE que
determina la verdadera esencia de nuestra relación con DIOS al sustentar todo cuanto decimos,
sentimos y vivimos.
Que dicha
será poder entonces afirmar:
18 Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor.
Comentarios
Publicar un comentario